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domingo, 22 de diciembre de 2013

Distancias: la del libro a la letra y la de la palabra a la voz.

Me pierdo entre los dragones de Aranoa y los fantasmas del 2013, que todavía agoniza y exprime sus últimos días. Días fríos desde que se instaló el 21 el invierno, días calóricos entre tantas cenas desvergonzadas, días que buscan enredarse con la noche y deleitarse con una mirada. Susurrar un no te preocupes. Acariciar a quien se fue, pensamos, a un lugar mejor. Devolver un silencio al susurro cargado de palabras. Decir no puedo más.

Y ahora si, leer "Aquí yacen dragones":


No le gustaba que la molestaran mientras lloraba (...). Lo que menos podía soportar era que trataran de consolarla. Para evitarlo iba a llorar a las estaciones y a los aeropuertos . En los andenes, junto a las salas de embarque, con su última hora de besos. (...). Pero nunca, en ningún sitio, encontró una comprensión tan exacta con su duelo, como en el discreto silencio de los tanatorios. A nadie allí extrañaba su dolor, nadie trataba de confortarla. Recibía por el contrario respeto, silencio, y breves, distantes miradas de afecto.
                                                                                                     Fernando León de Aranoa.