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jueves, 31 de diciembre de 2009
Un escondite perfecto para una noche imperfecta
Hoy el tiempo se detiene. Se deja llevar por el vaivén de mis acordes e intenta escuchar mi voz desde el extrarradio. No estoy lejos de la cercanía. He recorrido millas, se me han helado los pies, gastado las lágrimas y olvidado promesas. Y si mis versos no te dicen nada será porque esta noche los dejo en la almohada.
En la oscuridad gritos y palabras vacías. Por fin oirle cantar, todo un lujo. Y cuando amanezca, abriremos los ojos y no habrá más que cenizas del ayer y fuego en mi mirada. Porque el viento gélido aúlla palabras que nos derriten de placer.
Y sin querer creer en los propósitos del año nuevo, en los vestidos de marqueses, en el champagne que debería quedar sobre la mesa y creyendo querer excesos, deseos y familia, nos alejamos esta madrugada que dice adiós al primer mes del invierno, en el que los corazones se derriten. Adiós diciembre congelado.
jueves, 24 de diciembre de 2009
Incienso y mirra
Lo que se olvida cualquier veinticuatro de diciembre.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
domingo, 13 de diciembre de 2009
otro sorbo para ver tus ojos guiñados.
Platos vacíos. Corazón atiborrado.
Rojos, negros, azules y marrones para cada sábado. Así las noches parecen menos tristes y los días se convierten en madrugadas.
¿Y si te pido gritar? Porque me siento misántropa, delirante, excéntrica. Hoy, más azul que nunca.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Nuevo aliento
Porque hoy es miércoles y empieza la semana. De nuevo estrés de volver a correr, de observar sin ver nada, de apurar unos segundos bajo el doble edredón, de pensar en qué hice ayer que ya es hoy.
¿Qué pasa contigo, Tiempo?
A dónde te irás. Dónde te puedo guardar para usarte a mi antojo. Para divertirme a tu costa. Y reír, reír, reír sin espacio ni lugar.
domingo, 6 de diciembre de 2009
Primera plana
Ocurrió tan deprisa que aún sospecho que conserve algo, quizá su último aliento. Lo sé porque constantemente tengo la necesidad de verlo, sentirlo, recrearlo.
Cuando se marchó todo se hizo cuesta arriba. Incluso llegué a pensar en dejarlo todo. En abandonar. En rendirme. ¿Rendirme yo?
De alguna manera, una fuerza exterior me embriagó. Decidí dar el primer paso. Olvidar. El segundo. Aceptar. El tercero. Soltar.
Así comprendí que todo, absolutamente mi vida entera estaba ligada a él y que debía asimilar: mis pensamientos e ideas transformadas en un conjunto de teclas-pantalla se habían disuelto, los mejores recuerdos fotografiados estaban olvidados y todo apunte a limpio se había convertido en Intento.
Esta es la Historia de mi disco duro. Por razones extrañas se partió, al igual que un corazón cuando desaparece lo más afianzado. Reconstruirlo es posible si se permite que haya brechas. Yo no las impido y por eso he decidido crear un blog, para que cada escisión entre la tecnología y la humanidad se haga más suave, menos directa y, sobre todo, para que perdure todo aquello que se sostiene en una dimensión que se me hace, a veces, demasiado lejana.