Ocurrió tan deprisa que aún sospecho que conserve algo, quizá su último aliento. Lo sé porque constantemente tengo la necesidad de verlo, sentirlo, recrearlo.
Cuando se marchó todo se hizo cuesta arriba. Incluso llegué a pensar en dejarlo todo. En abandonar. En rendirme. ¿Rendirme yo?
De alguna manera, una fuerza exterior me embriagó. Decidí dar el primer paso. Olvidar. El segundo. Aceptar. El tercero. Soltar.
Así comprendí que todo, absolutamente mi vida entera estaba ligada a él y que debía asimilar: mis pensamientos e ideas transformadas en un conjunto de teclas-pantalla se habían disuelto, los mejores recuerdos fotografiados estaban olvidados y todo apunte a limpio se había convertido en Intento.
Esta es la Historia de mi disco duro. Por razones extrañas se partió, al igual que un corazón cuando desaparece lo más afianzado. Reconstruirlo es posible si se permite que haya brechas. Yo no las impido y por eso he decidido crear un blog, para que cada escisión entre la tecnología y la humanidad se haga más suave, menos directa y, sobre todo, para que perdure todo aquello que se sostiene en una dimensión que se me hace, a veces, demasiado lejana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario