No eran ni las 7 de la tarde, pero la noche cerrada y la temperatura glacial de aquel momento invitaban a beber algo caliente. Fue a la cocina para preparar un
submarino. Entonces lo vio. Sobre la encimera había un sobre amarillento que olía a helado de rosa, a aguacate y vino. Lo agarró ansiosa, con ganas de beber de sus palabras.