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martes, 23 de septiembre de 2014

Hoy el recuerdo se quiere quedar.

Hoy el recuerdo se quiere quedar porque estamos hechos de eso, de recuerdos, de las grandes cosas como me decía Álvaro de Luna en una entrevista. Esas grandes cosas que, a su vez, son tan insignificantes. El actor me hablaba de cómo su personaje seguía al lado de su mujer, pacientemente, mientras el alzheimer la consumía. A nosotros, en cambio, nos consume el tiempo, ese del que carecemos porque las jornadas nunca tienen suficientes horas para nosotros. Para regalarnos todas esas grandes cosas.

Así, el tiempo, que es lo único seguro que pasa, nos deja recuerdos de los que vivir. A mí, por ejemplo, me da esperanza unas imágenes que tengo guardadas de los viejos en la fuente de Los Peces, apurando los rayos de sol. Ellos me miran mientras ando apurada, porque en la radio los segundos son fundamentales, y porque sé que ella, que también es arrugada, estará con el transmisor encendido esperando a oír mi voz. Sí, mi voz. Aunque sea fugaz, como un suspiro o como un recuerdo que te llena de aire para seguir a delante.