Alomejor hace cuatro o quizá cinco años de aquello, pero el sábado volví a ponerme mi traje de hawaiana (bueno solo una parte de él).
También decidí beber unos chupitos (tan poco alcohol para tantas penas).
Quise sentirme viva. Besar y abrazar. Quise estar con Laura y darme cuenta de que nunca se había marchado.
Pero lo más soprendente de todo, de este no-verano, de esta etapa de evolución y de este fin de semana en concreto, ha sido saber qué es un amarillo. "El mundo amarillo". No he leido la obra. No sé si lo haré. De momento sé que he descubierto lo relajante que es escribir a plena luz del día, con la persiana bajada y alumbrada por la simple luz del ordenador. Escribir por escribir, mezclando sentimientos, personas, días, fechas, palabras, antónimos. Escribir para decir todo. Escribir para que nos volvamos a ver. Escrbir para perpetuar que he conocido a mi primer amarillo sin ni si quiera haber leído la obra.
Y ahora escribir para contar un secreto: las buenas personas siempre tienen un lugar en la tierra.
Y yo nunca había remplazado tu espacio, porque ni cien personas juntas lo hubieran llenado.