Tumbada boca arriba, tapada con tu camiseta porque hace frio. De repente te mueves, me dices que estás sudando. Le doy más fuerza al ventilador. Tu mano se sitúa encima de pierna y me susurras que te escriba, mientras la gravedad me empuja sobre tu colchón reclinado.
Aunque aquella noche viera con total claridad la tenue luz que irradiaba el castillo de Almodovar del Río. Aunque haga dos años del viaje o las malas lunas persistan, siempre, siempre habrá momentos para que yo recuerde Córdoba.
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