-No se puede confiar en los jóvenes-fue su sentencia-. Son unos imprudentes.
Uno de los jóvenes se le acercó y le dijo:
-No nos culpéis a nosotros por culpa de vuestras propias limitaciones.
J.B
-No se puede confiar en los jóvenes-fue su sentencia-. Son unos imprudentes.
Uno de los jóvenes se le acercó y le dijo:
-No nos culpéis a nosotros por culpa de vuestras propias limitaciones.
A veces, los hombres parece que hablan hacia adentro. Las palabras no salen de la boca, suenan dentro. En el estómago, en el pecho, en la carne, en los huesos; resuenan allí. Hablan para ellos, para ellos solos, pero no hablan ellos. Se les oye todo el cuerpo.
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