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jueves, 13 de enero de 2011

Cuento.

Encontraré un final, pienso mientras espachurro otra hoja.

Decido ir a dar un paseo.

De camino al parque siento miedo. Acabo de huir de una papelera metálica desbordada de bolas de papel. A veces las personas somos así de raras. Debe ser que, la rareza, es una de las patologías de los hombres.  Entonces recuerdo haber leído algo así como: "Los puntos que vamos poniendo en la vida suelen ser provisionales, en cierto modo".

Si. Recuerdo lo que leí. Quizá era un relato de JB o alguna subtrama de una novela eterna. Dos ancianas conversaban tranquilamente en el jardín de una de ellas. La anciana más mayor, amm, le contaba o, más bien diría, cotorreaba que la noche anterior había visto a la nieta de la anciana más joven, amj.

AMM: Anoche les vi. En el portal de en frente. Él ya se marchaba, solo se aseguraba de que ella entrara segura a casa. Bajó la calle lentamente. Como si le pesaran los pies. Cómo si temieran no volver a besarla.

AMJ: ¿Cómo si temiera dar con el final?

AMM: Eso es otro cuento. El final es, por lo general, el principio de otra historia.


Y de momento no he encontrado un final que cierre mejor este cuento.

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