Leo poemas en un viernes que está helado, a fuera. El calor de la habitación impide sentir miedo, silencio o soledad. También leo la pesadez de la rutina en mi mirada. Cada mañana lo percibe el espejo, el mismo que algunas noches me ve vestirme de princesa. Pero estos Carnavales se visten de entelequia. En el reflejo sigo siendo la misma, aunque a veces no me gustaría, aunque a veces prefiero soñar. Así retorno a casa, resignada. Otro viernes que se apaga, otra madrugada sumergida entre las teclas y escondida en el edredón.
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