(Desde Madrid centro)
Llueve. Llueve tanto que el pelo se encrespa aun más y los piés tiritan por los calcetines empapados. Las gotas resvalan por la cazadora y por mi cara. Que importa. Viene a mi memoria, dónde es imposible que las cosas se mojen y se disuelvan, aquellas tardes refugiadas de este tiempo triste, en cualquier ciudad, con chocolate caliente. Que importa empaparme más todavía. Entro en la estación de Atocha. Me detengo en el puesto de los libros. Donde solíamos vernos. Ahora no hay ninguno que merezca la pena. Subo al tren. Desde ahí, la ciudad iluminada queda lejos, otra vez. Más allá, incluso, que Sttugart. Pero así son los recuerdos. Vienen, pero permanecen con nosotros.
Ser un recuerdo en Atocha es lo mejor que puedo ser.
ResponderEliminarY más cuando el recuerdo es tuyo.
(Desde el centro de donde siento, que poco importa si es Madrid o Alemania).