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miércoles, 20 de octubre de 2010

Sobra lo que no se echa en falta.

La amplitud de las calles es como un libro abierto y sin letras: andes por donde andes no hay nada más que la soledad transeúnte. Así como son las historias de nuestro barrio es la avenida de los Almendros. Recorremos las estaciones de los años y, los lustros de los siglos y, los días se hacen el mismo. La historia permanece lineal. Si vemos un niño solo queremos volar. Si escuchamos música solo pretendemos soñar. ¿Y si…? ¿Y si…? Y si nos ocultamos es por no mostrar de más. Si vemos las nubes solo cavilamos en cómo se persiguen las unas a las otras los días con viento del cierzo. Ya no nos sorprende la habitación iluminada por la luna, ni los coches cubiertos de amor, a media noche.

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