La juventud se iniciaba en sus caderas, que comenzaban a redondearse. Las risas incontrolables pronto empezaron a sacarle de quicio. Pero ellas no sabían dónde estaban. Ni qué hacían. Ni lo que iba a pasar.
La licra las hacía llorar y los inmensos botes de laca las hacía sentir seguras. Pero aun así, nada las paraba. Sus cuerpos tomaban posiciones, sus mentes cantaban el tiempo de Björk. Y los jueves a las ocho hacían detener el tiempo.
Por eso mañana será otro día triste. Porque mañana te irás y será otro jueves.
Se irá lejos y se llevará los pasos que trajo.
Y olvidaremos que fue a finales de aquel verano, el septiembre en que empezó todo, cuando una fotografía a media tarde capturó sus interminables piernas. El año en que pactamos vivir para patinar.
He dicho ya que quiero verte patinar?
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