Estoy tan desconcentrada que oigo caer los copos sobre el duro asfalto e, incluso si me abstraigo aún más, escucho tus latidos furiosos, rotos en la conversación. Y en cuestión de minutos, el devenir del hombre se mezcla con el invierno, los enfados con el encierro y, si cabe, la imagen sintética de mi ventana abandonada de vida.
Y me pongo a contar el tiempo que llevo sin sonreir, la cantidad de gritos por soltar y el sabor de las lágrimas que se llevan mis sábanas, pero prefiero dejarlo todo y seguir escuchando, ya no sé si los copos en silencio o el silencio que dejan en este doloroso invierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario